sábado, 6 de marzo de 2010

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Muchos de los días en que abrimos los ojos, nos miramos en el espejo, nos vestimos, desayunamos con prisa, o sin ella, y salimos por la puerta de casa deseando que llegue la hora de comer, se perderán en el olvido.
Algunos tendrán momentos importantes, y se nos quedaran guardados en la profunidad de la memoria, aunque no sepamos qué día fue. Otros, sin embargo, recordaremos todos los detalles, y de vez en cuando, bombardearan la mente con imágenes que quizá nos hagan reír.
Es una lástima vivir únicamente recordando, pero peor es no hacerlo.
Si buscamos en nuestro pasado, encontraremos pequeñas anecdotas que nos harán tirar para delante en los peores momentos, recuerdos que nos invadirán de nostalgia. Mmm... la nostalgia, odio esa sensación, parece como que lo pasado es únicamente pasado, y pierdes las ganas de todo, ¡pero a la vez tienes tantas ganas de comerte el mundo!
¿Y qué hay del verano? La llegada del verano para un adolescente es hasta más importante que la navidad para un niño de cinco años.
Se acaban las clases, empieza el calor, la vaguería que tanto adoramos, el deporte, el agua, el sol, el mar.... y los amores de verano. Algunos los encuentran, otros los pierden, quizá otros pasen solos el verano, y también están los que siguen con una relación. Estos últimos son los que menos experimentan esa sensación de libertad veraniega, la que te mantiene al margen de las obligaciones del estudiante y que te deja hacer todo, cuando y como quieras.

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